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Cinco años sin Saramago

La preocupación social y la exigencia estética marcaron la obra de un escritor al que hoy se conmemora con la publicación de textos inéditos, representación de obras de teatro y un congreso sobre su figura




Hoy, 18 de junio, se cumplen cincos años del fallecimiento del escritor y periodista José Saramago (1922-2010) en su residencia de Lanzarote. Merecedor del Premio Nobel en 1998, la Academia Sueca destacó su capacidad para "volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía".

Saramago no pretendía ser escritor. Nacido en Azinhaga (Portugal) en una familia campesina con pocos recursos económicos, entró en una escuela industrial a los doce años. Fue allí, en las asignaturas humanísticas obligatorias y en los libros de texto gratuitos, donde se cruzó con la literatura. Sin embargo, pese a que escribió dos obras en su juventud -Tierra de pecado y Claraboya, la última publicada a título póstumo-, fueron necesarios veinte años para que, ya en la madurez, hiciera gala de su talento creador. "Sencillamente, no tenía algo que decir y cuando no se tiene algo que decir es mejor callar" afirmó al ser preguntado por sus veinte años de silencio. Dos décadas en las que trabajó como administrativo, empleado de seguros y de una editorial; se casó y divorció de su primera esposa, ingresó en en el Partido Comunista -clandestino durante la dictadura de Salazar-, y ejerció como periodista.

Pese a dedicarse en exclusiva a la literatura desde 1976, su consagración llegó en 1980 con Levantado del suelo, sobre las condiciones de vida de los trabajadores en Alentejo. Los críticos afirman que en esta obra encontró su verdadero estilo, marcado por la preocupación social y la exigencia estética. Memorial del convento (1982) y El año de la muerte de Ricardo Reis (1984) le otorgaron el reconocimiento internacional. No dejó de escribir hasta el último aliento, exponiendo su conciencia crítica en obras como El evangelio según Jesucristo (1991) -no publicada en su país natal- o Ensayo sobre la ceguera (1995). 

Y es que nadie podría imaginar la figura de Saramago sin su compromiso social y político. Nunca bajó la voz, como demuestra su blog personal. Incluso en su brindis tras recibir el Nobel propuso la creación de una Declaración Universal de los Deberes Humanos: "no parece que los Gobiernos hayan hecho por los derechos humanos todo aquello a lo que, moralmente, cuando no por fuerza de ley, están obligados. Las injusticias se multiplican en el mundo, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece, la miseria se extiende". 

Podemos afirmar, cinco años después, que Saramago no se ha ido. Su legado sigue vivo gracias a la Fundación José Saramago, presidida por Pilar del Río, su mujer. La publicación de textos inéditos es solo uno de los pocos gestos realizados en esta fecha para conmemorar a un escritor que seguirá viviendo mucho tiempo en el imaginario colectivo.

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